San Judas Tadeo es uno
de los santos más populares a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a
sus devotos que le rezan con fe. Su fiesta
se celebra el 28 de Octubre, junto al apóstol San Simón.
"Judas" es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a
Dios". Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe". San Judas Tadeo, apóstol de Jesucristo, descendía de la estirpe real de David y, por
tanto, era primo carnal de Jesucristo.
Después de la Última Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen, Judas Tadeo le preguntó por qué no se manifestaba a todos. Cristo le contestó que Él y su Padre visitarían a todos los que le amasen: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Juan, 14, 22-23).
Evangelizó primero la Judea, después Mesopotamia y, finalmente, Persia, llevando por todas partes la luz de la verdad, transmitiendo La Palabra del Señor y obrando, en su nombre, los más preclaros milagros: el número de los discípulos aumentaba de día en día, atraía a sí muchísimos cristianos, nombraba Diáconos, Sacerdotes y Obispos, fundando Iglesias Cristianas en todas las regiones que atravesaba. Regresando a Persia, se reunió con el Apóstol San Simón y ambos combatieron fuertemente las herejías de Zaroes y Arfexat, sacerdotes idólatras que habían confundido la conciencia de aquel pueblo, llevándolo a revolverse en contra de la palabra y las obras de los dos Santos Apóstoles.
San Judas sabía que su misión terrena llegaba a su fin y el martirio, para gloria de Dios, estaba cerca.
Llegaron a Suamyr, gran ciudad de Persia. Los dos Apóstoles se alojaron en casa de un discípulo llamado Semme. A la mañana siguiente a su llegada, los sacerdotes idólatras de aquella ciudad, seguidos por una gran multitud del pueblo azuzados por las venenosas presiones de Zaroes y de Artexat, rodearon la casa de Semme pidiendo a gritos la entrega de los dos Apóstoles. “Entréganos, oh Semme, inmediatamente a los enemigos de nuestros dioses, o si no te quemaremos la casa”.
Ante estas amenazas que no admitían réplica, San Judas y San Simón se pusieron en manos de aquellos malvados que los obligaron inútilmente a adorar a sus falsos dioses; golpeados hasta la sangre, encontraron aún fuerzas para mirarse a los ojos y San Judas, dirigiéndose a su compañero de martirio le dijo: “Hermano, veo a Ntro. Señor Jesucristo que nos llama”.
La turba de los idólatras, ignorando estos coloquios celestiales, movida por un insano furor, se arrojó con mayor encarnizamiento sobre los cuerpos ya sangrantes de los dos Santos Apóstoles hasta destrozarlos: ¡la corona del martirio brillaba sobre sus cabezas gloriosas! A San Simón lo mataron aserrándolo por el medio, y a San Judas Tadeo le cortaron la cabeza con una hacha y por eso lo representan con una hacha en la mano. Se cree que el martirio ocurrió en el año 70 de la era cristiana, es decir, 36 años después de la Ascensión de Jesucristo al Cielo. Como fueron martirizados juntos, la Iglesia celebra la festividad el mismo día de su martirio para ambos: 28 de octubre.
Mientras sus santas almas eran acogidas en la Patria celestial y colocadas a la derecha del Padre, por el que habían ofrecido su vida en holocausto, el cielo de Suamyr, escenario de aquel bárbaro martirio, se quebraba con terribles fulgores, el templo idólatra se derrumbó y los dos sacerdotes, Zaroes y Arfexat, autores del hecho, fueron fulminados por la justicia divina.
Los cuerpos de los dos Santos Apóstoles se veneraron en Babilonia en un templo cristiano que se construyó por orden de algún rey cristiano, después de años de trabajo; el sepulcro se convierte inmediatamente en glorioso por la frecuencia de los milagros obrados por el Santo.
Las reliquias se trasladaron de Babilonia a Roma, siendo colocadas en la Basílica Vaticana, a los pies de un altar dedicado a los dos Santos Mártires.
Desde este sepulcro, el Santo, que tan solícitamente responde a las invocaciones de socorro del género humano, otorga al mundo las gracias y favores que la misericordia del Señor concede a sus potentísimas súplicas.